Más de lo mismo

Voy a ser mi propio abogado del diablo. Usaré argumentos que probablemente mis terapeutas ya me han presentado, en comments, en chats o en persona; y posiblemente elabore algo más allá.

Es innegable que mi percepción de los homosexuales cambió drásticamente desde que entré a la blogsfera. Habiendo estado tantos años cuidando de no dar pie a ningún tipo de sospecha respecto a mi atracción homo, nunca había conversado con personas gay a sabiendas que eran gay y sobre el hecho de ser gay o de tener atracción homo (ya sea considerándolo parte de la identidad o bien una condición circunstancial).

Se desmitificó la imagen que tenía, que no se sustentaba en ninguna interacción directa, sino en lo que se puede extraer de los medios de comunicación y comentarios de personas en distintos círculos, con más o menos prejuicios al respecto. Y la conclusión es que hay de todo, como también lo hay en los hétero.

Ciertamente que la condición homo puede introducir algunos elementos distintivos, pero no diría que son tan radicales como para producir un desequilibrio determinante en las demás facetas de la persona, aunque sí pueden influir en mayor o menor grado.

Sigo pensando en que es un desajuste, eso no ha cambiado.

La pregunta que sí me da vueltas es aquello del deber ser. ¿Acaso la gente proyecta su plan de vida de acuerdo a lo que dicta la moral? ¿Es acaso un acto tan deliberado que la gente planifique su vida? ¿Consideran acaso las personas las repercusiones sociales de las decisiones que toman en su vida personal? ¿Qué es lo que realmente vale más para mí: el no tener la aprobación de la gente o el saber que se trata de un desajuste? ¿El dejar de tener el cariño de mi familia? ¿Podría yo llegar a sentirme completamente realizado si me “aceptara” y viviera como gay? ¿Sería tan distinto a como soy actualmente? ¿Qué tiene un plan de vida hétero que sea indispensable para mí? ¿Acaso estaba en mis planes tener hijos?

De niño siempre me sentí cómodo haciendo las cosas de la forma que todos decían que era la correcta, y además las hacía bien, entonces tenían muy buena opinión de mí. Llevar la contra quizá fue algo muy excepcional en ese entonces.

En casi todas las cosas en que no he seguido al rebaño, como por ejemplo en no fumar, no tomar alcohol, no salir a bailar y escuchar música no tan popular, pues he recibido indiferencia y quizá alguna burla; pero no el rechazo despiadado que percibí hacia la homosexualidad.

Creo que llevar la contra requiere carácter, y por lo mismo yo lo valoro. Pero tampoco se trata que vaya a llevar la contra sólo por demostrar que puedo tener carácter, eso me parece estúpido. No logro tener completamente claro cómo me sentiría realmente realizado, y, claro, ante la duda, pues he preferido seguir la corriente; pero no lo he pasado bien. En realidad no he seguido la corriente, mejor dicho me he quedado en la orilla, pero ha sido terrible, muy angustiante.