El Mundo Perfecto

Qué estoy buscando, qué, qué, qué es en el fondo lo que estoy buscando.

¿Aceptación?
¿Seguridad?
¿Reconocimiento?
¿Saber el futuro? ¿Tenerlo asegurado?

Estoy detrás de una pantalla husmeando en vidas ajenas, cómodamente sentado, estómago lleno (y abultado, no lo niego), abrigado y con música de fondo.

Ando con la estupidez de la baja auto estima, así que no dejo comments en los blogs que leo, pero igual sigo listado en algunos directorios en que me inscribí hace algún tiempo, por lo que ocasionalmente tengo nuevos lectores. Y he pensado borrarme de los directorios, pero al final aún no lo he hecho...

No tengo tema para chatear con nadie. Mi tema son los blogs de otras personas. Es un hastío esto.

Con esto de mi forma de ser “binomial” como dice mi doc, paso del –infinito al +infinito con todo. Conmigo, con los demás. Cuando una persona me parece interesante, no digamos para una relación de pareja, sino sólo como para entablar una conversación, entonces siento que realmente yo a esa persona no es mucho lo que le puedo aportar, y me abstengo de dejar algún comment. En otros casos, desecho los blogs que no me resultan atractivos, pensando que no me aportan a mí...

Claramente en esta política extremista no voy a llegar a ninguna parte.

En mi casa prácticamente no apoyo en nada. Soy literalmente una mochila de mierda que vegeta, y que a mi familia se le hace cada vez más pesada y fétida.

Y esperando el “veredicto del jurado” para la próxima semana...

¿Quiero conocer un tipo gay, pero no me atrevo?
¿Quiero conocer una mina hétero pero no me animo porque no me atraen?

¿Libros de auto ayuda?
No. Me repele eso de que alguien pretenda saber de ante mano como resolver la vida de uno. Creo que prefiero resolver esto yo mismo, aunque, claro, teóricamente, porque de práctica nada ha habido en mi vida reciente, sólo seguir aislado.

Recuerdo cuando niño pensaba que el mundo de los adultos era perfecto. Que se estudiaba al punto que se lograba completa claridad respecto de cómo proceder, y que entonces se comenzaba a proceder exactamente como correspondía, porque consideraba que las cosas en la vida eran totalmente en serio, que era imposible andar ensayando lo que hacer, que era inadmisible el error, y que la niñez era la única etapa en que contaba con esa licencia.

Pensaba que estudiando llegaría a encontrar las fórmulas que describen las curvas en el gráfico del curso del universo, y entonces podría tener la visión de cómo habían sido las cosas en el pasado y cómo serían en el futuro, totalmente determinista.

Recuerdo que el primer gran desengaño que me llevé fue cuando comencé a trabajar. ¡Me topé con tanta ineptitud! ¡Tanta gente cometiendo, a mi juicio, errores garrafales! ¡DUDANDO de lo que tenían que hacer! O sea, ¿¡cómo podía ser que la sociedad hubiera admitido que alguien comenzara a desempeñarse en el mundo adulto con semejante nivel de incertidumbre?! ¿Es que acaso no se daban cuenta? Aunque despierto, no me consideraba yo un genio. Pero entonces, si hasta yo podía ver la aberración que tenía lugar, ¿cómo entonces los demás, los adultos mayores que yo, supuestamente con más experiencia, podían no advertir semejante insensatez? ¿O es que hacían vista gorda?

Y yo ni siquiera había completado mis estudios. O sea, ¿¡cómo podía ser que yo, aún un adulto a medias, pudiera notar errores tan garrafales!?

Y entonces comenzó un proceso de desengaño, y fui viendo que el mundo adulto perfecto, como yo lo había imaginado, realmente sólo había existido en mi mente; y que el mundo real era... era.... ¡era un desastre, un caos, un sin sentido!

De alguna forma, el ver eso tuvo un lado positivo. Digamos que me tomé confianza en cuanto a que, si tantos y tamaños errores de otros pasaban desapercibidos, o al menos sin ser sancionados, pues entonces quizá yo podía no hacer un tan mal trabajo, incluso sin haber completado los estudios.

Y, aunque siempre mantuve esa cuota de duda de si no estaba cometiendo el peor error que se podía cometer, a cada paso que daba; de alguna forma, para mi sorpresa, el concepto que los demás comenzaron a tener de mí es que era bastante bueno en lo que hacía.

En lo que quizá he sido peor que la mayoría es en lo perfeccionista. Como dicen que “lo perfecto es enemigo de lo bueno”, pues precisamente en ese punto fallaba y sigo fallando. Tantas cosas que comenzaba a hacer..., pero si no veía que iban derecho, en línea recta, milimétricamente exacta hacia la perfección, o las desechaba o las comenzaba de nuevo. Y así hubo trabajos importantes que nunca logré entregar a tiempo y algunos que al final ni siquiera entregué.

Bueno, con esto he desarrollado un poco más aquello que dije que soy demasiado cuadrado y que intento aplicar lógica incluso a lo que no corresponde.